El laboratorio de Wuhan creó ocho virus, dos muy infecciosos para el ser humano

Dos años después del estallido de la pandemia, marcado por el cierre de Wuhan aquel fatídico 23 de enero de 2020 que nos cambió la vida, sigue el misterio sobre el coronavirus.

No solo sobre su origen, sino también sobre el supuesto animal intermedio en el que se sospecha que mutó un coronavirus de murciélago para infectar al ser humano.

En las pandemias similares anteriores, dicho reservorio fue hallado con relativa rapidez, sobre todo en la del SARS (síndrome respiratorio agudo grave).

Originado en noviembre de 2002 en China y también encubierto al principio por las autoridades, solo pasaron siete meses hasta que, en mayo de 2003, se apuntó a que el posible animal intermedio eran las civetas que se vendían para consumo humano en los mercados de Cantón (Guangdong).

Pero los murciélagos de los que procedía dicho coronavirus no se encontraron hasta diciembre de 2017 en una cueva de Yunnan, al suroeste de China.

En el MERS, el síndrome respiratorio de Oriente Medio que estalló en abril de 2012 en Arabia Saudí, el reservorio fue descubierto en camellos de Omán en agosto de 2013 y ese mismo año ya se localizaron los murciélagos que tenían dicho coronavirus.

Más de 80,000 animales
Pero, en el caso del SARS-CoV-2 que ha desatado la actual pandemia, en China se han analizado más de 80.000 animales.

Pero no se ha encontrado aún la fuente natural: ni el reservorio intermedio ni los murciélagos que se cree son su origen.

Mientras más tiempo pasa sin dar con esta fuente natural, más son las voces de expertos.

Quienes piden investigar con mayor profundidad otras teorías como la posible fuga de uno de los laboratorios de Wuhan.

Además de la extraña coincidencia de que la peor pandemia en un siglo haya empezado precisamente en una ciudad donde se almacena y experimenta con la mayor colección mundial de coronavirus de murciélago, la opacidad habitual del régimen chino tampoco ayuda a despejar las dudas.

Así se vio hace, ahora un año, en la misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que pretendía investigar el origen de la pandemia en Wuhan.

Blindada por las autoridades para que sus pesquisas no contradijeran la versión oficial de que el coronavirus no procede de China y pudo haber venido del extranjero a través de la importación de alimentos congelados.

Una teoría a la que dan muy poco crédito la mayoría de expertos internacionales, cada vez más abiertos a indagar otras hipótesis como un escape accidental de laboratorio.

Después de que la misión de la OMS declarara esta posibilidad «extremadamente improbable»,su propio director general, el doctor Tedros, rectificó a su equipo y reclamó indagar más en dicha línea.

En mayo del año pasado, 18 de los más prestigiosos virólogos pidieron lo mismo en una carta abierta publicada por la revista ‘Science’.

Entre ellos figuraba Ralph Baric, eminencia de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill que ha colaborado con el Instituto de Virología de Wuhan (WIV, en sus siglas en inglés) y su principal figura, la experta en coronavirus de murciélago Shi Zhengli.

Técnica de «genética inversa» en Wuhan
En 2015, ambos publicaron un estudio en el que Baric había empleado su técnica de «genética inversa», que le permite dar vida a un virus a través de su ADN y manipularlo, para crear en el laboratorio un nuevo coronavirus.

Dicho patógeno artificial estaba formado por la espina dorsal del virus del SARS.

Al que le había unido la proteína espiga de otro coronavirus de murciélago muy parecido.

Llamado SHC014, que la doctora Shi Zhengli había encontrado en una cueva de Yunnan.

Dicha proteína es el gancho que permite a los virus entrar en las células e infectarlas.

Tanto ese virus como otro similar, llamado WIV 1, eran los parientes más cercanos del SARS-CoV-1.

Causante de la pandemia que entre 2002 y 2003 había infectado a 8.000 personas.

Esto con una tasa de letalidad del 10 por ciento, había matado a 774.

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