Santo Domingo.-Después de seis años de silencio en los escenarios, el reloj pareció girar hacia atrás cuando The New York Band volvió a levantar el telón en Hard Rock Café el pasado lunes.
La banda dominicana, cuya historia está escrita con fusiones atrevidas, éxitos inolvidables y un sello musical imposible de confundir, regresó con la fuerza de quienes nunca se fueron realmente del corazón del público.
El ambiente se cargó de expectativa desde el opening, un inicio que funcionó como un aviso: esa noche no sería un simple concierto, sino un reencuentro emocional entre una agrupación legendaria y la generación que la vio nacer, transformarse y trascender.
Apenas arrancaron los primeros acordes de “Si tú no estás” y “Si tú eres mi hombre”, el público reaccionó con una mezcla de nostalgia y asombro, además de la compacta música de la banda, como la potente voz de Irisneyda santos.
La banda sonaba fresca, cómoda y poderosa.
Era como volver a escuchar a un viejo amigo, pero uno que llega renovado, más seguro y más maduro. Con María y Dame vida, la sala entera se convirtió en coro, demostrando que el repertorio de The New York Band no solo vive en la memoria: está tatuado en la cultura dominicana.
Franklyn Rivers dirigía con precisión mientras el frente vocal —Irisneyda Santos, Tony Morales, Alexa Ramírez y Rubén Ariel— hacía brillar cada armonía. La química del grupo se sentía. Ese mismo fuego reapareció en Nadie como tú, Miénteme, y Amada mía, temas que revivieron los años en que la banda se convirtió en un fenómeno.
Hay que destacar la buena interpretación del nuevo integrante Rubén Ariel, quien hizo los temas de Cherito.
Irisneyda, con una voz que atraviesa generaciones, introdujo ‘Quiero saber qué es el amor’ y provocó una ovación que detuvo por segundos la energía del lugar. Luego llegó Eternal Flame, interpretada con una sutileza que recordó el carácter universal de la agrupación: dominicanos, sí, pero siempre globales.
El concierto subió de marcha con Juicy Lucy y un explosivo Let’s Twist Again, donde el público, sin proponérselo, armó coreografías improvisadas, como si el tiempo no hubiera pasado. La emoción llegó a su punto más íntimo cuando sonó Dónde estará mi primavera, un tema que, más que cantado, fue sentido por todos los presentes.
La recta final fue una fiesta continua: Corazón de azúcar, Cole y finalmente Dancing Mood, interpretada junto al comunicador Domingo Bautista, figura clave en la popularización del tema durante los 90.
