Santo Domingo Este.– Cada vez que caen dos gotas de agua, los residentes de la calle 22 del residencial Invi-Dorex, en el sector Hipódromo V Centenario, sienten que están viviendo una pesadilla.
Basta una simple llovizna para que las calles se conviertan en ríos, el agua se meta en las casas y los ajuares terminen dañados.
La situación, que ya lleva años repitiéndose, tiene a decenas de familias al borde de la desesperación. Los vecinos dicen estar cansados de denunciar el problema ante las autoridades municipales y el Ministerio de Obras Públicas, pero aseguran que nadie hace caso.
“Cada vez que se nubla el cielo, para nosotros es una maldición”, expresó una residente que no quiso dar su nombre por temor a represalias.
El problema se origina, según explican los afectados, por la falta de un badén frente al destacamento policial del Hipódromo, donde el agua proveniente de las avenidas Ecológica, Hípica y Los Farallones busca salida y termina inundando la calle 22, afectando más de ocho casas y varios apartamentos en los primeros niveles.
La periodista María Hernandez, residente en el área, ha denunciado en múltiples ocasiones —tanto en este medio como en las redes sociales— las condiciones infrahumanas que enfrentan las familias.
“Esto antes nunca pasaba. Ahora el agua dura días para secarse. Los niños no pueden ir a la escuela y hay que sacarlos cargados. Los que trabajan salen descalzos o en pantalones cortos y se cambian en casa de algún vecino”, narró con frustración.
La comunidad asegura que la Alcaldía de Santo Domingo Este y el Ministerio de Obras Públicas conocen perfectamente el problema, pero lo han dejado avanzar hasta convertirlo en una amenaza constante para la salud y la seguridad de los vecinos.
“Solo pedimos que construyan el maldito badén y que limpien los drenajes. No estamos pidiendo un puente ni una avenida. Es algo sencillo, pero parece que aquí no hay autoridades”, dijo otro residente visiblemente molesto.
Mientras tanto, el agua sigue entrando a las casas, las camas se mojan, los electrodomésticos se dañan y las familias se ven obligadas a dormir fuera de sus hogares cada vez que llueve.
En pleno siglo XXI, sin ciclón ni tormenta, los vecinos del Invi-Dorex siguen viviendo bajo el agua, esperando que algún funcionario deje de prometer y empiece a actuar.
