
El baile en la disco se volvió una pesadilla. Lo que arrancó a todo volumen, con alegría y efusión, hace seis meses que acabó en tragedia. El Jet Set se convirtió en un cementerio lleno de ruinas y escombros. El resultado no pudo ser más horrible: 236 muertos y más de 180 heridos.
Fue en la madrugada del martes 8 de abril. Con el techo de la disco se derrumbaron, también, unos cincuenta años de historia y diversión. Allí se fueron importantes vidas: Rubby Pérez (“La voz más alta del merengue”), el expelotero Octavio Dotel, el diseñador Martín Polanco, la gobernadora Nelsy Cruz, el mayor general José Luis Domínguez Castillo, el señor Eduardo Grullón y su esposa Joanna de Grullón (ejecutivos del Banco Popular), Guarionex Estrella y su esposa Alexandra Grullón.
Lo sucedido perdura en la memoria colectiva, y se inscribe en los anales de las grandes tragedias. Por sus dimensiones humanas, económicas y sociales, lo del Jet Set ha sido la gran pesadilla urbana de la República Dominicana. La alegría se volvió un infierno.
Fue el último “lunes bailable”: una tradición clásica que murió esa madrugada. Lo ocurrido sigue estremeciendo. Al filo de la medianoche, sube Rubby Pérez a la tarima, acompañado de su hija Zulinka y de los demás miembros de la orquesta. Desde hacía unas horas, el público lo esperaba con entusiasmo y alegría. La presentación se había anunciado en grande y cientos de personas habían ido para ver y disfrutar al protagonista de la noche. No solo fueron dominicanos, sino también venezolanos y otros latinos, así como africanos y europeos. Este mosaico de nacionalidades reflejaba lo internacional que era “La voz más alta del merengue”.
A eso de las 12:40, cuando el merenguero estaba cantando “De color de rosa”, ocurre la desgracia: de repente, el techo se viene abajo y los presentes quedan aplastados por un montón de escombros, cemento y objetos. Desde ese momento, comienza la agonía. Unos logran sobrevivir, escapan de la tragedia. Otros, en cambio, mueren al instante. Los demás quedan atrapados. Todo es horror y desastre.
El 911 recibe más de cien telefonazos desesperados. Aplastada bajo el peso enorme de los escombros, la gobernadora Nelsy Cruz llama al presidente de la República y le informa de la situación. Unos minutos después, empiezan a llegar ambulancias y rescatistas. Arrancan unas labores que no terminarían sino un par de días después.
Los organismos de socorro entran en acción: remueven cimientos y escombros, buscan y sacan sobrevivientes. Los heridos son trasladados en ambulancias a los centros de salud más cercanos. Temprano en la mañana, van al lugar el presidente Luis Abinader y otras autoridades. Compungido y triste, llora el presidente. A sus lágrimas se unirían, más adelante, las del director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE), Juan Manuel Méndez García. No era para menos.
Después de larga espera, llegó el informe oficial de lo sucedido, es decir, una radiografía forense de la tragedia. Se establecieron las causas del derrumbe, y las implicaciones de los hermanos Antonio y Maribel Espaillat, propietarios de la disco. Dicen que el techo del Jet Set ya había dado señales negativas, pues pedazos solían desprenderse de él, lo que obligaba a los empleados a recoger esos pequeños fragmentos.
Los Espaillat fueron llevados a la Justicia y tuvieron que pagar una fianza para quedar en libertad. Entre tanto, el caso sigue en los tribunales ahora con otra solicitud, hecha por ellos mismos: la de que se les permita realizar otro peritaje, bajo la responsabilidad de un ingeniero favorable a su causa.
El Ministerio Público, desde luego, rechaza esas pretensiones alegando que el informe ya se hizo y sirvió de sustento al expediente acusatorio. Y argumenta, además, que otro informe forense sería sesgado. La próxima audiencia fue fijada para el 24 de octubre de los corrientes. ¿Qué pasará?