
El temor reina tanto en dominicanos como en haitianos en las calles del llamado “Pequeño Haití”, en el barrio capitalino San Carlos, el cual, en medio de las redadas migratorias y la creciente tensión social, es ahora un territorio de silencios incómodos y miradas angustiadas.
Los dominicanos que hacen vida allí evitan hablar. Temen represalias, miradas de alertas y hasta agresiones por parte de los haitianos, si se atreven a narrar todo lo que dentro de sus calles ocurre.
En la otra cara de la moneda, los haitianos también callan, aunque por razones distintas: el estatus migratorio irregular los convierte en un blanco fácil para los agentes de la Dirección General de Migración.
Junto con el temor y la tensión que expande día a día por las calles del Pequeño Haití, la presencia de haitianos es cada vez menor.
Durante un recorrido del periódico HOY la mañana de ayer, por el mercado de las flores del Pequeño Haití, fue posible notar que el lugar lucía calmado y con una presencia de extranjeros menor a la acostumbrada.
Al intentar abordar a las personas para profundizar en la situación del lugar, dominicanos y haitianos reaccionaban de forma cortante y se negaban a hablar del tema. En el caso particular de los dominicanos, muchos respondían “no sé nada”, “de eso no puedo hablar”, “no quiero problemas”.
Sin embargo, algunos discretos aseguraron que las redadas ocurren cada vez con mayor frecuencia y severidad, lo que ha llevado a muchos haitianos a anticipar la deportación y partir por sus propios pies hacia su país, mientras que otros permanecen escondidos en las pensiones.
Ante esa situación, una mujer que prefirió no ser identifica, opinó que las políticas migratorias deben ser ejecutadas con honestidad para funcionar y aseguró que muchos de los haitianos capturados por Migración, al poco tiempo están de regreso al Pequeño Haití, tras haber pagado por su liberación, lo que censuró.